miércoles, 8 de marzo de 2017

A Cierta Edad...


Dicen algunos que, a cierta edad, después de los cuarenta, nos hacemos invisibles, que nuestro protagonismo en la escena de la vida declina, y que nos volvemos inexistentes para un mundo en el que sólo cabe el ímpetu de los años jóvenes.

Yo no sé si me habré vuelto invisible para el mundo, es muy probable.
Pero nunca como hoy fui tan consciente de mi existencia, nunca me sentí tan protagonista de mi vida, y nunca disfruté tanto de cada momento como ahora.

Ahora se que no soy la princesa del cuento de hadas y que no necesito que me venga a salvar un príncipe azul en su caballo blanco, por que ni soy una princesa, ni vivo en una torre, ni tengo a un dragón que me esté custodiando.

Hoy me reconozco mujer, capaz de amar.
Se que puedo dar sin pedir, pero también se que no tengo que hacer nada, ni dar nada que no me haga sentir bien.

Por fin encontré, hasta ahora, al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas.

Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecta, de estar llena de defectos, de tener debilidades, y de equivocarme, de no responder a las expectativas de los demás y hasta hacer algunas cosas indebidas.
Y a pesar de ello, sentirme bien.

Y por si fuera poco, saberme querida por muchas personas que me respetan y me quieren por lo que soy, si,… así un poco loca, mandona y muchas veces terca. También cariñosa, habladora, besadora, abrasadora y a veces por algún motivo, triste, por que también tengo mis momentos tristes, esos en que pongo mi cara larga con un aire de pensante y me da por llorar.
Cuando me miro al espejo ya no busco a la que fui en el pasado,... sonrío a la que soy hoy,... me alegro del camino andado, y asumo mis errores.

¡Qué bien no sentir ese desosiego permanente que produce correr tras los sueños!
¡Que bien! Ya aprendí a tener paciencia.
El ser humano tarda mucho en madurar,… ¿verdad?

Hoy sé, por ejemplo, que no puedo retener el mar, aunque cuando estoy “con él”, quisiera nunca tener que dejarlo.
Hoy sólo lo contemplo, me lleno “de él”. Y cuando llega el momento de partir, me despido diciéndole.

¡Hasta pronto!

También hoy sé que mis amigos y amigas son peregrinos del mismo camino, y que en cualquier momento nos encontramos y nos queremos.

Hoy sé que nadie es responsable de mi felicidad, solo yo!!!

Hoy sé que el viento extiende sus brazos cuando camino por la calle. Y que solo depende de mí sentirlo.
Hoy sé que la vida es bella... Porque la he visto partir ya muchas veces.

Hoy vivo la vida así como es, bonita con sus ir y venir, con sus amores y desamores, con sus ratos de marea baja, con sus puestas de sol, con su ruido incesante.
Sólo quiero dejarla correr. No quiero pedirle nada. Sólo quiero tener lo que yo me busque, sólo quiero lo que yo merezca.

Hoy me doy cuenta que no soy una mujer invisible.

"Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…


"Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo…
¡Qué importa eso!
Tengo la edad que quiero y siento.
La edad en que puedo gritar sin
miedo a lo que pienso.
Hacer lo que deseo sin miedo al fracaso, o a lo desconocido.
Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la
convicción de mis deseos.
¡Que importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello.
Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo
que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para
hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar
caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen porque decir: eres muy joven……no lo lograrás.
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con
el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos,
y las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada,
y otras un remanso de paz, como el atardecer en la playa.
¿Cuántos años tengo? No necesito con un número marcar;
pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las
lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas…
valen mucho más que eso.
¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta!
Lo que importa es la edad que siento.
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo
la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso que importa!
Tengo los años necesarios para perder el tiempo
y hacer lo que quiero y siento."
José Saramago.